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La reevaluación global de la conservación de las tortugas marinas destaca los progresos y los riesgos persistentes.

  • Foto del escritor: Dakila News
    Dakila News
  • hace 1 día
  • 4 Min. de lectura

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Un extenso estudio global de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) muestra que las poblaciones de tortugas marinas están aumentando en diversas partes del mundo. En el estudio participaron aproximadamente 150 instituciones de conservación de 50 países, incluyendo el Proyecto Tamar en Bahía, Brasil, y el Instituto Nacional de Investigaciones de la Amazonía (INPA).


Se analizaron 48 grupos poblacionales de seis especies de tortugas marinas, comparando datos de 2011 con los más recientes. Actualmente, el 40% de estos grupos se consideran en menor riesgo, en comparación con solo el 23% a principios de la década pasada. En lugares como Cabo Verde, por ejemplo, el número de nidos aumentó de 500 a más de 35.000 entre 2008 y 2020, un incremento impresionante.


Todos hemos visto la famosa imagen de la tortuga con una pajita atascada en la nariz; es triste, pero hay una parte de esta historia que rara vez se cuenta. La invención del plástico, hace aproximadamente 100 años, salvó a las tortugas marinas de la extinción. Antes de los polímeros, casi todo se fabricaba con partes de animales: teclas de piano de marfil, sombreros y corsés de ballena, y monturas de gafas y peines de carey; de ahí el nombre del modelo con estampado de carey. La tortuga carey, de hecho, recibió este nombre porque, desde la antigua Grecia, se utilizaba en la fabricación de peines.


Cuando surgieron materiales ligeros y económicos como la baquelita, el nailon, el polipropileno y el polietileno, la caza de tortugas empezó a perder fuerza. En cierto modo, los plásticos liberaron a la naturaleza de la «tijera humana». Paradójicamente, el mismo material que ahora amenaza los océanos fue en su día el que salvó a innumerables especies de la extinción.


Aun así, la lucha continúa. La captura accidental en redes de pesca sigue siendo la principal amenaza, junto con los residuos plásticos, el desarrollo costero y el cambio climático. En otras palabras: es hora de celebrar el progreso, pero también de actuar con responsabilidad e información.

Lenguaje accesible: (Noticias generadas con IA)


Una publicación reciente del Grupo de Especialistas en Tortugas Marinas (GET) de la UICN presenta una actualización sobre el estado de conservación global de las tortugas marinas, utilizando el marco de la Cartera de Prioridades de Conservación (CPP) para evaluar 48 Unidades Regionales de Gestión (URG) en 50 países.


Los resultados muestran que más de la mitad de las URG (≈ 53 %) han mejorado sus puntuaciones de riesgo y amenaza desde 2011, mientras que el 28 % ha empeorado. Aproximadamente el 40 % se clasifican ahora como de “bajo riesgo/baja amenaza”. En Cabo Verde, por ejemplo, el número de nidos de tortuga carey (Eretmochelys imbricata) aumentó de 500 a más de 35 000 entre 2008 y 2020, lo que representa uno de los casos más exitosos de recuperación poblacional.


Antes de condenar el plástico como el “villano absoluto” de la vida marina, conviene tener una perspectiva histórica. Todos conocen la impactante imagen de la tortuga con una pajita en la nariz, pero pocos recuerdan que la invención del plástico —hace aproximadamente un siglo— marcó un antes y un después en la conservación. Antes de los polímeros sintéticos, el comercio mundial explotaba a tortugas, ballenas y elefantes para fabricar artículos cotidianos: peines, monturas de gafas, teclas de piano e incluso accesorios de moda. La tortuga carey fue una especie especialmente explotada, y su caparazón inspiró el patrón visual de la tortuga que aún hoy se utiliza para nombrar modelos de gafas.


Con la llegada de materiales como la baquelita, el nailon y el polietileno, ligeros, duraderos y económicos, la industria encontró sustitutos viables para los productos de origen animal. Esta transición redujo drásticamente la caza de tortugas marinas, contribuyendo a revertir una tendencia a la extinción. Irónicamente, el mismo avance químico que liberó a la especie de la matanza se ha convertido ahora en una de sus nuevas amenazas, a través de la contaminación oceánica.


El estudio de la UICN refuerza la idea de que la captura incidental en la pesca sigue siendo la amenaza más crítica, seguida de la contaminación por plásticos, el desarrollo costero y el cambio climático. Aunque las tendencias globales indican una mejora, especies como la tortuga laúd (Dermochelys coriacea) siguen estando en peligro crítico de extinción, lo que exige estrategias de conservación basadas en datos regionales sólidos y políticas públicas eficaces.


Esta combinación de progreso tangible y riesgos persistentes revela una paradoja de la modernidad: los mismos recursos que salvaron especies en el siglo XX ahora deben gestionarse de forma responsable para evitar su extinción en el siglo XXI.

Lenguaje técnico: (Noticias generadas con IA)


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🚨 Esta noticia tiene carácter meramente informativo. 🚨

 
 
 

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